Como problemática, el tema del desarrollo social estuvo en el centro de las preocupaciones que dieron forma y sentido al proyecto de modernidad y a la noción de progreso asociada a dicho desarrollo, en tanto posibilidad de realización humana planteada en los siglos XVIII y XIX, o quizá mucho antes.1 En sus orígenes, la idea de desarrollo estuvo marcada por la ruptura con los sistemas de valores, saberes y certezas orientados a la conquista y colonización del futuro. Aunque el origen del concepto se suele ubicar en la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, su historia es más remota y está vinculada con el desarrollo del sistema capitalista.2 Fue en ese marco que se “inventó” el desarrollo como alternativa viable y deseable, y a través de la política de dominación hegemónica de Estados Unidos, se universalizó
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